lunes, 28 de septiembre de 2009

Del imponente mar


¡Adiós, libérrimo elemento!
contemplo por postrera vez
tus olas célicas al viento,
tu hermosura y tu altivez.

Alexander Pushkin.

Se va perdiendo el rumor del hombre
tras los pasos de la historia,
resurgen fuertes
huellas del mar
que desmitifican
el ser, el estar y
¿sería real ese ruin sentimiento?
qué caminos
tan secos,
qué sudorosa la frente
del que se aleja…
Y mira el lejano
e imponente mar,
cómo no amarlo,
cómo no venerarlo,
si en él se libraron
grandes batallas.
Algún dios
cautivado
moraba bajo sus aguas,
y las oceánidas,
sus hijas
enamoraban a los viajeros…
de los hombres que en él
por amor se ahogaron
nadan
las almas venturosas,
azules.
¿Se ahoga
ese amor marino,
tras los pasos
de las históricas
nuevas?
No se cegan esos dolores
del todo en la tierra seca,
amarillenta, sudorosa.
Qué amargos pasos cansados,
qué pesados sueños de olas
golpean las cansada orilla,
la triste costa de la olvidada patria.