lunes, 26 de abril de 2010

Muerta


Sin dejo de tristeza se apoderó de mi cabeza,
Me miró a los ojos tiernamente,
Tenía la mirada de cien insectos de fuego
Un instante para tartamudear,
Un instante para no respirar.
Lentamente introdujo sus dedos en mis oídos,
Me arrancó el líquido no vital
Con su lengua se llevó todas mis enfermedades,
Sanó mi espíritu roca,
Ya no tengo vida,
Floto como plumas de cuervos
En el desierto de la muerte.
Y ella, mujer virtuosa, me arrastra
Entre cactáceas
Espinas que
Traspasan mi cuerpo,
Mi cabeza sometida, odiaba la vida,
Entonces
La muerte me seguía,
Que no quiero morir
O a veces quiero morir,
Que no quiero vivir
O a veces quiero vivir.
Voy tras ella a punta de navajas,
Cortando las espumosas
Rosas del desierto,
Me vomito mi sangre
Por espacios de veinte siglos,
Camino descalza
Deseando anclar mis talones.
Oh, mujer, salada,
Róbame lo que me has dado,
Ahógame en tus brazos,
Húndeme en tus pezones,
Póstrame, úngeme en tus llagas,
No me dejes sola,
Buscando un antídoto contra ti,
Que me dueles en las venas,
Cuando caminas
Y dulcificas mi sangre,
Verte es mi inyección de ti,
Tu tacto es mi mortífero silencio,
Tus gemidos son mi consuelo,
Entra en mi, piadosa muerta,
Mujer, de mar,
reina de las doradas arenas,
entiérrame en ti,
Para no sentir más
El pedazo de vida que me has dado,
El soplo de esperanza virginal
De tu cuerpo ignoto,
Tu figura huracán,
Tus ojos alacrán,
Madre de muertas,
Conjuro de una boca de sal.
Beso entre piernas,
Beso entre tus piernas,
Sabia conjunción del Tiempo
Piérdeme en tu tierra
Para poder vivir sin ti.