lunes, 27 de abril de 2009

La estación...


Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón, de su profundo sueño

tal vez despertará...


Bécquer.




Hoy te esperaba en la estación,

no sé porque presentía que estarías ahí

con aquellos ojos grises

perfectos.

Esperé sentada mirando pasar cada tren,

de las ventanillas veía rostros de mujeres,

niños, hombres, gatos y perros...

En ninguno tú, me quedé contando hojas de arboles,

soñando abismos sin fin, espinas desenterradas por hombres

con palas, cavando el pozo sin fondo de lo que

creíamos llamar corazón.

Y las voces de los viajeros me hacían volver en sí,

me jalaban como se hace cuando se encuentra con un caballo salvaje

y se quiere capturarlo.

Me preguntaba si te agradarían mis zapatos negros y mi falda

blanca con negra,

la que soñaba usar al llegar a París,

la que supuse te haría recordar nuestros días

juntos, ahora que lo pienso quizás ni recuerdes mis faldas,

quizá hasta olvidaste mi sonrisa,

y sigo sentada en la banca de esta estación,

queriendo susurrarte tantas cosas,

tengo en mente tantos planes,

haremos tanto...

No recuerdo desde cuando he estado aquí,

sé que ésta es nuestra estación,

aquí pasamos tantas tardes juntos,

cuando viajabamos a París,

cuando volviamos de Moscú,

y que inviernos, y que largo era el amor,

y veíamos y escuchabamos tantos sonidos,

las aves,

la lluvia,

nuestras manos mojadas.

Ah, tus manos tan blancas tomando las mias

repasando mi talle,

hoy aquí yo repaso tu figura,

repaso tu rostro, tus ojos grises

perfectos.

¿Aun me amarás de esa manera?

Siempre tenías nuevas formas de amar,

alguna vez me amabas como a la nieve blanca

que cubría las calles, los arboles, el bosque...

Me llamabas tu niña de las nieves,

y te reías tanto que llenabas todo el lugar con tu voz...

Sigo esperando, espero, espero verte,

ah, si supieras todo el tiempo que he

esperado por ti

en esta ahora gris estación...





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