domingo, 1 de agosto de 2010

Hay días en los que al cerrar los ojos me siento como se sienten los que están ebrios, todo es más denso, el aire que respiro, los parpados, los pasos uno tras otro, siento que los días me caen pesados, uno por uno, soporto el peso del mundo cuando abro mis ojos, antes caminar por las calles polvorientas le daba lo que yo solía pensar que era el sentido de toda mi existencia; hoy camino y no encuentro nada nuevo, patear las pequeñas piedras ya no me da el valor que antes me daba, pensaba que si rodaban por el camino que yo les había marcado todo lo demás saldría perfecto, tonterías, nada es perfecto.
No hay nada que me conduzca hacía la luz, no sé si en verdad existe tal, quisiera beber un trago de whiskey en este mismo momento, no puedo, ni siquiera puedo pagar una botella, todo se ha ido al caño, más bien, yo mismo lo he aventado. La semana pasada, como cada día desde el último día que la vi, esperaba su llamada, ella piensa que nunca me cansaré de amarla, ella cree que todo está bien, pero no. Ella decidió irse, jurándome que todo seguiría igual, mentira, todo es una estúpida mentira.



La misma canción gira y gira en el ordenador, no puedo dejar de escucharla, ¿qué demonios me pasa? ¿Por qué no soy el mismo? No es sólo por ella, he de confesarlo, pero ella mantenía cierto orden en nuestra casa y en nuestra vida.


Llevamos la tristeza de la Luna
si sólo pudiera tocarla...
Vamos a beber algo
aquí y ahora...

Sí, siempre me ha encantado observar la luna, ya sé que los simples mortales suelen hacer cosas como esas pero, yo me declaro un amante de la luz lunar, siento que sus rayos al tocarme me traspasan ese sentimiento de tristeza, y me convierto en taciturno, somnoliento, camino por las noches buscando un poco de alcohol para olvidar penas. Te amo, me dijo ella, la causante de mi amor por las noches. Pero no le creí nada. Demos un paseo por la ciudad, llévame al puente y sentémonos colgando los pies, me dijo ella poniendo su suave mano en mis piernas, el pulso se aceleró, la piel se puso de gallina, No. Contesté, mejor quédate esta noche conmigo, bebamos algo y escuchemos blues, No. Contestó ella, quiero dar un paseo por la ciudad y que me lleves al puente para colgar los pies.
La llevé a dar el paseo, me detuve a comprar una botella de whiskey, no soportaba la idea de estar con ella sin beber, quizás porque pensaba que me diría que me iba a dejar, no lo sé, a veces me arrepiento de todo lo que le hice, a veces no. Simplemente me gustaba como se veían sus ojos llenos de humedad, oler su cabello rubio oscuro lleno de mis besos alcohólicos, ella nunca mostró estar molesta por mi afición a la bebida, pero siempre fue callada, nunca hablaba mucho.
Ese mismo día que la llevé al puente fue algo extraño para mi, fue más simple, en un principio, pero más oscuro al final. Las calles lucían mojadas, estábamos en épocas de lluvias, en pleno agosto, la gente se veía más alegre que en otras ocasiones, las nubes traían consigo una especie de buenas vibraciones, contrario a lo que guardo en mi memoria, o quizás una nube oscura nos seguía a los dos. Llegamos al puente, tomados de la mano, pero yo retrasaba mi andar para ver su esplendida figura, las gotas de lluvia comenzaron a bañarla toda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando no está para uno no está para uno.

Lo que dices que dijo Tolstoi en la maravillosa Anna Karenina, ya se había dicho muchas otras veces, y nunca falla, y quizá al protagonista de lo que aquí cuentas le faltó eso, escuchar atentamente lo que le indicaba su corazón.

Tanto ella como él notaban que aquello en lo que creían había desaparecido, es lo que percibo en la lectura. No fueron honestos consigo mismos, que es lo que da fuerza para mirar al otro y decir "se ha terminado". El resto es vivir una bella y dolorosa mentira.

Tal cómo suena: davai!
Un abrazo.

Pd: Lo de dominar las pasiones genera siempre un gran debate.